El precio del deseo · 1ª parte

Si el amor contase con un génesis, este incluiría obligatoriamente un prólogo cuyo protagonista fuese el interés: interés por ciertas maneras de pensar; interés por una serie de gestos; interés por una mirada, una sonrisa o un cuerpo… No importa el detalle sobre el que enfoquemos dicho interés. Siempre habrá uno.

Posteriormente surgirá el deseo: un sentimiento insaciable donde los anhelos se transformarán en casi una necesidad. Necesidad del roce de unos labios concretos. Necesidad de según qué caricias sobre la piel. Necesidad de unos brazos rodeando nuestro cuerpo al amanecer… Necesidades que hasta quitan el sueño de no llegar a saciarse.

Finalmente, y anterior a cualquier epílogo, nacerá la pasión. Pasión con la que materializar nuestras ansias. Pasión gracias a la cual humedecemos nuestros labios al contacto con los de otra persona, haciéndolos pelear entre sí hasta lograr marcar el ritmo en un profundo y sentido beso. Pasión que nos permite morderlos con la suficiente fuerza como para someter a nuestro cómplice pero, a su vez, deseando ser sometidos. Cuerpos que chocan entre sí hasta el punto de provocar una llamarada, envolviendo así las sábanas en puro frenesí… Almas en armonía.

Amor. Interés. Deseo. Pasión… Libertad.

Catherine Keeler entendía a la perfección el proceso y esa noche quería volver a experimentarlo en sus propias carnes. Además, no era el tipo de mujer que infravalorase su propia belleza cuando se miraba al espejo recién levantada, despeinada y aún somnolienta. Pese a ello, nunca negaría la capacidad que tenía el maquillaje para potenciar ciertas virtudes, siendo los labios su zona favorita entre todas ellas. Los trataría con sumo cuidado, perfilándolos con un fino lápiz de color grosella y aplicando un labial burdeos para rellenar el interior, consiguiendo que dichos labios parecieran más carnosos y, a su vez, más apetecibles… Tras breves momentos frente a su reflejo, estaba lista.

Estaba perfecta.

La melodía del móvil sacó a Catherine de su ensimismamiento, siendo el indicativo de que alguien esperaba en el portal…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no se publicará.

*