Barreras insomnes

Incluso el tiempo olvidó todo el sentido, perdiendo su noción al pernoctar tantas veces por el camino… Entre tanto, ella descansaba refugiándose bajo la luna, ahogándose en su tenue brillo mientras el desvelo le ofrecía un chal de pena. Alzando el vuelo para encontrarse… guiándose gracias a las luces de emergencia que le llevarían a ninguna parte. Y, sin embargo, éstas le ayudaban a alejarse de la desesperación producida al tratar de encontrar una salida.

Fuera cual fuera.

Más tarde, se sumaron inevitables sensaciones: el frío recorriendo su columna; la impaciencia arrastrándola hacia un nuevo bucle. Muriendo de ganas la angustia al observarla, acercando sus manos para acariciar el rosto de aquel nuevo amante que se resistía a caer en sus brazos.

Y cuando sus alas no eran capaces de continuar el vuelo, la resistencia mutaba en invitación, abriendo las puertas de su mente de par en par con tal de tener algo de compañía por mala que esta fuese.

La noche dejaba de ser noche, convirtiendo el continuo tic-tac de las manecillas del reloj en unas improvisadas correas con las que verse arrastrada hasta un eterno delirio. Uno por el cual sus ojos acabarían inyectados en sangre y sus párpados cargando con el peso de las horas muertas.

Soñar era la única salvación… Por ello, contaba ovejas para dormir, pero sin llegar a darse cuenta de que era una más en el redil.

Un ocaso tras otro… Sin redención ni salida.

~ Texto en colaboración con Cristina Saucedo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no se publicará.

*