Susurro nº006

La sonrisa del comediante… El profundo lamento que oculta tras su maquillaje.

Aspiramos a alcanzar una vida plena e idílica. Completa. A ser posible, similar a las expuestas en cualquiera de esas novelas pseudorománticas con tanto éxito en ventas. Vida intensa, donde no hay lugar para grietas por las que se filtren unas cuantas lágrimas o la tristeza. Si acaso, la «pena» justa para recordar nuestras partes «más humanas», pero manteniendo la entereza… Si se presta, haciendo algo de teatro con el tema. Sin perder la cabeza según trabajamos en que la situación se «resuelva».

Vida cargada de éxitos y experiencias. Con chispas de acción y, quizás, un poco de aderezo en forma de misterio. Misterio que, una vez resuelto, resulte en una gran explosión de pasión en todos nuestros sentidos.

Pasión como motivación y único motor… Pasión por nuestra profesión y por cada plan que ocupe el tiempo ocioso. Pasión por la vida, la familia y los amigos… Pasión traducida en el arte rechazar lo «menos bello» de la existencia sólo porque no nos enseñaron acerca de ello en las coloridas frases de un tal «Sr. Maravilloso»… Por exigencias de la sociedad. O por expectativas propias. Para mantener despierta en otros una «sonrisa», usando a veces la comedia como herramienta cuando tras el telón escondemos lastres del día a día.

Entregándonos en parte al «positivismo tóxico» en cada actuación.

Y es que la realidad individual es muy distinta: más cerca de ser «tragicomedia» que una «aventura épica». No escasean ni los dolores ni los tormentos… Sólo falta acercarnos a ellos para entenderlos y llegar a sobrellevarlos. Compartirlos con otros o vivir sin condicionarnos… Superarlos. Incluso cuando no nos creemos capaces de hacerlo o los encerramos pensando que otros no podrán ayudarnos.

Aun así, algunos seguirán pintándose una sonrisa en el rostro mientras brindan un «todo genial» cuando les preguntan «¿qué tal?».

Evitadlo a toda costa. A la larga, las «máscaras» también dejan marca.

Y pasan factura… Así de caras cobra la vida sus «lecciones» no aprendidas.

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