Comic Sans: Origen y Aversión

A estas alturas, nadie puede negar que la conocida Comic Sans es una de las tipografías más odiadas de todos los tiempos. Y si bien es cierto que aún existen pequeños grupos a quienes agrada y, evidentemente, no dudarían en aplicarla en más elementos de los debidos, en el campo de las artes gráficas y el diseño tiende a crear cierta «urticaria» de forma generalizada. Sin embargo, no fue siempre así. De hecho, si queremos entender la situación actual, debemos retroceder hasta el punto de origen de dicha fuente y analizar cómo evolucionó una vez acabó en manos de los usuarios.

Para ello, haremos un salto temporal hasta el año 1994, época en la que Microsoft se encontraba desarrollando una aplicación de gestión llamada «Microsoft Bob». Dicho programa, aún en su versión beta, contaba con una interfaz de usuario cuyo aire era aparentemente amigable y divertido: simulaba una acogedora sala de estar con todo lujo de detalles. O, al menos, con los que permitían los limitados gráficos de por aquel entonces. En aquella estancia, cada elemento activaría y cumpliría una función concreta a la par que un adorable perece haría las veces de asistente, ofreciendo ayuda directa al usuario. Y hasta aquí todo bien… Siempre y cuando omitamos el detalle de que la mascota se comunicaba mediante bocadillos de texto representado con la Times New Roman, desentonando por completo con el entorno a nivel visual. Para solucionar la incoherencia y mantener una gráfica que estuviera en consonancia de principio a fin, recurrieron a Vicent Connare, quien se encargó de elaborar una nueva tipografía más acorde a la línea artística del propio software.

Su idea inicial era crear un estilo de letra «resultón», alejándose de las estructuras predominantes en los ofrecidos por el procesador de texto de Microsoft en aquella época. Tomando como inspiración los cómics de los 80 y el arte de las galerías del SoHo en Nueva York, se puso manos a la obra para realizar la fuente adecuada. Una que, en cierto modo, imitase un trazo «manual» similar a lo visto en los bocadillos de conversación de ciertos tebeos del momento.

Así fue como nació la Comic Sans, luciendo una serie de características bastante reconocibles: desde lo redondeado de sus formas, tratando de imitar una sencilla escritura manual, a las inclinaciones variables y espacios desiguales entre caracteres. No obstante, Vicent se vio obligado a defender su creación ante el que era su jefe en Microsoft, ya que a este no terminó de agradarle y esperaba algo más «tradicional». Y pese a que Connare justificó sus decisiones artísticas en que precisamente esa diferencia sería la que la haría destacar sobre las demás tipos, no fue suficiente: nunca llegó a utilizarse en la aplicación para la que se pensó inicialmente. Pese a todo, nada impidió que fuera incluida en el catálogo tipográfico de Windows 95 así como en distintos programas de la compañía.

Una vez la Comic Sans terminó siendo accesible para las miles de personas que utilizaban productos de Microsoft, podéis imaginar qué ocurrió: muchos individuos, entre los que lamentablemente me incluyo, encontraron una letra particular donde las hubiera, alejado de lo visto o usado hasta la fecha. Resultaba, por decirlo de alguna manera que se entienda, agradable a la vista, blandita y, sobre todo, «graciosa». Inevitablemente, se extendió como la pólvora hasta el punto de estar disponible para los usuarios en determinados programas de mensajería instantánea como, por ejemplo y siendo el que mejor recordaremos muchos de nosotros, el difunto MSN Messenger. Y ojalá hubiera quedado ahí la cosa: dicha fuente también se aplicó en materiales publicitarios a gran tamaño, carteles luminosos, publicaciones con textos extensos e, incluso, en logotipos. Comic Sans hizo las veces de esa canción que escuchas en bucle durante días y, al final, tan sólo quieres escapar de ella. Sólo que con la «pequeña» diferencia de que esta melodía fue escuchada y compartida por demasiadas personas a la vez. Sufrió un abuso desmedido, apareciendo en demasiados lugares sin ningún tipo de criterio o medida… hasta el punto de ser aborrecida. Una aversión que no ha parado de crecer con el paso de los años.

¿Y vosotros? ¿La utilizaríais sin problema o huiríais de ella a toda costa?

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