Introspección
Extrañas figuras de humo se formaban frente a él, erráticas, carentes de forma, impregnando todo a su paso. Desvaneciéndose a la misma velocidad a la que ascendían sin que nada pudiera impedirlo… Tal y como ocurría con sus propios pensamientos.
Noche tras noche, Wilhelm observaba a través de su ventana… Pero nada de lo que pudiera contemplar en el exterior captaba lo más mínimo su atención. En su lugar, se abrazaba a las ideas más profundas de su mente, observando ese abismo interior tan familiar.
Calada a calada se perdía en la oscuridad con la única intención de encontrarse a sí mismo. Búsquedas tan fútiles como necesarias. Necesarias como saciar una adicción contra la que no se puede luchar. Seducido por sus propios demonios internos día a día tras la caída del sol.
Era un cúmulo de traumas y complejos mal sanados.
Pese a todo, no temía al fracaso. Lo intentaba una vez, y otra, y otra más con tal de dar con la clave. Entender qué le había hecho llegar hasta ahí. Comprender el punto exacto en el que, aunque pareciera igual, todo había cambiado. Aceptar en lo que, aparentemente, se había convertido. Mas la salida de aquel laberinto se situaba en el lugar de partida.
Quizá fue el fruto del abandono en la adolescencia, de las traiciones por parte de familiares y amigos o de las múltiples rupturas amorosas. O, quizá, nada de eso.
Reconciliaciones de venganza por amor al odio.
Así funcionaba la mente de Wilhelm: similar a una mancha de Rorschach, capaz de mostrar elementos totalmente distintos pero obligados a convivir en armonía. Pura contradicción.
Llegado a este punto, como cada noche, el sonido de la piedra al chocar era la señal inequívoca de que una nueva chispa daría lugar al fuego que incendiaría sus pensamientos mientras aspiraba el humo de otro cigarro…
Un castigo sin fin en forma de ritual.
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