Anatomía del deseo · Anotación nº007: Esquemas

Y en muchas ocasiones, que no en todas, estos finales tienen una razón de ser. Una razón casi primigenia; una prácticamente invisible pese a encontrarse en nuestro presente. En nuestras rutinas diarias… A decir verdad, es una razón cuya existencia impregna muchos de los aspectos fundamentales que conforman nuestras idílicas o vulgares vidas… Tenemos tendencia a esquematizar e idealizar sin mesura ni medida todo cuanto nos rodea. Al menos durante un tiempo.

Marcamos una serie de puntos a lo largo de nuestro recorrido personal; cada uno de ellos ligado a unas expectativas concretas. Todo cuanto «podría ser» está muy por debajo de aquello que «debería ser». La fluidez y armonía de cada momento pasan a un segundo plano. Mientras tanto, la imposición cobra protagonismo.

Aguardamos una actitud muy específica o el disfrute producido por la sonoridad de una serie de frases frente a determinadas situaciones. Ansiamos recrear todos aquellos sucesos que nuestra mente dicta que deberían ser… aunque a la hora de la verdad no tengan por qué serlo. Incluso cuando, de forma consciente o inconsciente, esos comportamientos restan su valor por completo a situaciones que verdaderamente lo tienen.

Nuestra necedad nos lleva incluso a esquematizar el amor… Como si supiéramos a ciencia cierta cuál es la forma verdadera y correcta en la que éste se presenta o se comparte. Como si nuestra forma de sentir fuera la única válida, exiliando todo aquello que se salga de las pautas que hemos establecido. Como si conociéramos con certeza dónde nace…

Ese es el mayor de nuestros errores.

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