Normalmente, las hojas de contabilidad se utilizan para llevar un registro de una serie de transacciones financieras hechas por una empresa o un particular. Son documentos de vital importancia ya que permiten saber las cifras exactas de pérdidas o beneficios que en el futuro serán analizadas y utilizadas como base central para movimientos económicos e inversiones, por ejemplo. Jill Silvya, sin embargo, decidió darles otro uso un tanto más peculiar: ayudándose con una cuchilla, recorta los espacios correspondientes de dichas hojas dejando así vacíos en su superficie, convirtiéndolas después de un largo proceso en los esqueletos de las estructuras que construirá posteriormente.

Con cada obra, al menos bajo su forma de pensar y transmitir, el concepto de «valor» de tales documentos se pierde por completo. O, al menos, se cuestiona, dándole un nuevo significado y una «forma», nunca mejor dicho, totalmente distinta.