Realidades ilusorias · 2ª parte

Narrativas… Realidades construidas sobre reiterativas consignas pregonadas hasta la saciedad. Esparcidas cual plaga por una buena parte de la sociedad con profundo desinterés por conocer «la fuente original». Dicho de otro modo: su veracidad. Con una inclinación mayor por reafirmar cómo de buenas son las «bondades» tras su mensaje o las «virtudes» de un determinado personaje que en mostrar la verdad…

Centrándose en el regocijo propio por encima de todo, basado en la exposición de su superioridad moral en cada una de las ocasiones en que comparten un discurso frente a la mirada de unos cuantos rostros atónitos. A veces, reflejándose en ellos admiración; otras, invadidos por la vergüenza al comprobar, una vez más, que en la «era de la información» aún existen quienes aceptan una u otra «historia» a pies juntillas dependiendo del interlocutor, de su contenido o en base a contra quién se está dirigiendo. A fin de cuentas, tomando como única «prueba de autenticidad» la afinidad que sientan. Confiando a ciegas en «su palabra», ignorando que pudiera verse alterada y un tanto difusa por falta de objetividad individual.

Con las redes sociales a modo de altavoz personal, expandiendo el alcance de sus mensajes e ideas tan lejos como internet los haga llegar. Reuniéndose con aquellos que no dudarán a la hora de aplaudirlas; alejándose de todos los demás porque, como bien sabemos, «dato mata relato»… Y precisamente eso tratan de evitar, ya sea desechando un buen argumento, repartiendo insultos o llegando hasta el punto de bloquear. Pseudónimos anónimos alimentando así su ego virtual. Conformando pequeños grupos identitarios aborregados que a base de repetir como los loros conclusiones de terceros ya logran una plenitud individual, sintiéndose cómodos y realizados consigo mismos.

Creyendo saber tanto acerca de nuestra tambaleante realidad… «¡Somos una sociedad despierta!», exclamaban… pero nunca cuestionaron los dogmas que repetían. Que defendían a capa y espada incluso cuando nadie atacaba.

Aun cuando no eran más que mentiras bien ordenadas.

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