Susurro nº002

Hablan de caricias, besos y abrazos… A fin de cuentas, del contacto. Sin embargo, tan sólo añoro perderme de nuevo en el universo oculto tras sus ojos.

Porque éramos los verdaderos dueños del Olimpo aun sin saberlo… O más bien, sin valorarlo, pese a que dicho mundo fuera exclusivamente nuestro. Tierra fértil para sueños y anhelos, donde plantar las semillas cuyos frutos serían nuestros futuros triunfos, cosechando también algún que otro grandísimo fracaso, o un menor éxito. Reconociendo cada momento para aprender de ellos… y desterrarlos al profundo Tártaro una vez no fueran necesarios.

Aprendiendo… dando lugar al autoconocimiento y a los placeres conjuntos. Yendo varios pasos más allá del hedonismo. Del culto al templo… Del culto al cuerpo. De sus evidentes virtudes bajo el manto del placer inmediato. Evolucionando hacia el epicureísmo, descubriendo satisfacción más allá de lo físico… en lo abstracto.

Y jamás negaré los estados de embriaguez alcanzados con verter un solo vistazo sobre su cuerpo. Como si las Moiras hubieran escrito tal destino, ofreciéndome en esos instantes un vino prensado por el mismísimo Dionisio. Sin temor, como Ares, directo a la guerra. Ciego poco después ante la presencia de la personificación de Afrodita. Esclavo de sus artes, cambiando el fragor de una batalla por el éxtasis. Exigiendo ella tributo en forma de ambrosía; conociendo técnicas de obtención en caso de negativa… Desbordada en el rostro, reclamando un pulgar para detener la que por la barbilla se desperdiciaría. Llevándolo al interior de unos labios cuyas comisuras esconden secretos a voces. De los que se disfrutan con creces…

Pero a pesar de todo lo anterior, nada es comparable con las miradas que brinda: unas que con suma facilidad convierten en presa; de las sensaciones que despierta sin siquiera pestañear; de lo que dicen aun sin vocalizar… porque aunque no sea la encarnación femenina del poderosísimo Zeus, consigue atravesarme el pecho como un rayo…

Y esa es la verdadera razón de extrañar tanto sus ojos, muy por encima de caricias, besos y abrazos.

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